La noche se aproximaba, la Luna comenzaba a tener su brillo, Gurdal empacó su hacha y al bosque se dirigió con mucho sigilo, nadie debía enterarse. Se aventuró a buscar a la yegua gateada de ojos de cielo, se escondía muy bien, era como buscar una pantera, simplemente no se podía encontrar, el caballo color tierra la buscó toda la noche y no la encontró.
Fue una larga noche, se encontró con lechuzas, ratas, una manada de lobos, etc, pero no encontraba la presa que estaba buscando con tanta exquisitez. Comió parte de la vegetación para mantenerse ocupado en algo.
El Sol ya se asomaba, llovía y Gurdal debía irse.
??? : No deberías estar aquí.
Gurdal mira desesperado por todos lados hasta mirar arriba, ahí estaba la gateada.
Hutaru: Estas haciendo suicidio ¿Sabes?
Gurdal: ¿Y en que te afectaría?
Una gorrión se acerca y Hutaru pone su dedo para apreciarlo mas de cerca.
Hutaru: Me culparian por alguna estupidez como hicieron cuando mi madre murió. Así que largate ahora, seguro que saben que estás acá.
Gurdal: ... Creí que tus tatuajes eran permanentes.
Hutaru: No me saques un tema de conversación, vete.
Gurdal: ¿A-aunque sea hay manera de vernos?...
Hutaru: No, vete.
Gurdal suplica con una mirada de dulzura de potrillo de dos meses. La yegua despide al ave apartando su mano.
Hutaru: ... Por ahora no.
El caballo, un tanto infantil, se fue felizmente hacia donde estaba la tribu. Al llegar el cacique lo estaba esperando, le preguntó a donde fue y el contestó que fue a buscar a Ythewek.
"Tiene una voz tan dulce ahora que lo pienso..
Tal vez no sea cierto la traición que hizo, o tal vez si pero por los dioses ¿Por qué a mi? ¿Cuando la podré ver? ¿Que podré saber? ¿Qué debo hacer?".
Pensaba con tanta preocupación el caballo, estaba cautivado con ese ser caníbal, ese ser enano, ese ser color Sol con ojos de cielo, manchas de nubes, de árboles y tatuajes colorados como la sangre. Él esperó, pasaron días, semanas, meses, y tal vez un año, y aún espera con toda cautela. Gurdal tiene corazón curioso sólo por ella, y aún recuerda su aroma como el cielo que puede contemplar día a día al igual que su servicio de carnada en batallas, vive por esa cruel curiosidad que los dioses lo están condenado, con algo que jamás debe llevar a cabo.
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12 Oct 2019 03:13 CEST
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