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Life in Midgard 010
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Pierrot Drossel (La vida es bella... ¿No crees Selene?)
pierrot.doc
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Pierrot


La vida… como algunos suelen decir, es como un río. Puedes intentar retenerla, pero nunca lo lograrás. Intentar detener el agua con las manos es imposible, se escapa entre tus dedos y resulta inútil una vez que la vida empieza a desvanecerse tratar de aferrarse a ella. O al menos eso pensé cuando la bala atravesó mi cráneo. Mi último instante lúcido en este mundo y sólo pude pensar que pronto volvería a estar con mis amados padres; y entonces, todo fue oscuridad. Fría, muerta y absoluta oscuridad. Pero a pesar de eso, oí una voz, alguien me llamaba y no era la voz de ninguno de mis padres… era mi Padre. Pero, ¿Quién soy? ¿O más bien qué soy?
Para saberlo… para entenderlo deben conocer mi historia que a diferencia de muchas otras, no empezó con un trágico fin o con un deseo de venganza. No, yo era un cachorro muy feliz en la colonia donde nací. Hijo de gatos mestizos pero aún así, feliz y alegre. Toda mi familia vivía en una pequeña casa. No éramos muchos a decir verdad. Una tía, mis primos, mis padres y mi abuelo junto conmigo. Esa era toda mi familia, no había nadie más. Pero un día, todo salió mal. Todos decían que alrededor de la colonia había varios centros con “dealers” de drogas y como invocando al demonio, los susodichos causaron un alboroto en la colonia. Los antimotines llegaron y la primera balacera de la ciudad no se hizo esperar. Mi abuelo dijo, justo antes de que una bala perdida le alcanzara el pecho, que no se había visto algo así en nuestra ciudad por mucho tiempo. Entonces cayó de espaldas sangrando ante los gritos de mi madre…

– ¡KIBOU! – gritó la hembra apretando fuertemente al cachorro blanco con motas cafés – ¡Escóndete, lleva a Adrián y a Juanito y escóndanse!
– ¡MAMA! – gritó el pequeño llorando viendo el cadáver de su abuelo.
– ¡AHORA! – rugió la hembra mientras que oían como la puerta se azotaba.
Kibou corrió llevando de la mano a sus dos primos, menores que el por tres años. Detrás de ellos, su tía Amelia les seguía el paso apresurándoles y cerrando el paso a quienes pudieran venir por atrás. La policía se había puesto a disparar a cualquiera que viera reunido y era mejor mantener a los niños seguros. No obstante también los narcos estaban disparando a diestra y siniestra. Cuando Amelia cerró la puerta de la habitación, Kibou escuchó el traqueteo de las armas balear el interior de la casa justo donde sabía que estaban sus padres. Las lágrimas rodaron por sus mejillas mientras que Amelia lo empujó debajo de una de las camas y metía a sus hijos al closet. Los golpes e insultos comenzaron en la puerta de la habitación ahora y Amelia se puso contra la puerta haciendo fuerza y poniendo su dedo índice sobre los labios indicándoles a los tres que guardaran silencio y que pase lo que pase no hicieran ni un solo movimiento.
Desde donde estaba, kibou pudo observar todos los ángulos. Si giraba podía ver el closet donde sus primos le devolvieron la mirada entre las persianas. Los dos cachorros abrazados fuertemente. Al volver la mirada pudo ver a su tía forcejeando para mantener la puerta cerrada pero una bala le atravesó la pierna y la gata maulló de dolor cayendo al suelo mirando justamente a los ojos de Kibou quien aún lloraba. Ella susurró casi sin mover los labios que no gritara y entonces escuchó el traqueteo mientras un charco de sangre manaba desde debajo de su tía. Kibou contuvo el grito y el llanto y rezó fervientemente porque sus primos no hicieran nada, no obstante el rezo vino tarde.
– MAMA! – gritaron ambos cachorros y Kibou cerró los ojos al oír el traqueteo justo al closet.
Cuando los abrió, un pequeño charco de sangre manaba de la parte de abajo.
– De seguro hay otros por aquí, pinches mocosos se mueren bien rápido – una voz dijo mientras varios pasos resonaban por el lugar.
– Chécate en los jugueteros y eso, capaz que ahí están otros escuincles escondidos.
Kibou oyó como tiraban todo y empezaron a dispararles a las jugueteras. El pequeño cachorro apretó los dientes para no gritar de miedo y finalmente vio un par de patas acercarse a la cama, peligrosamente a donde él estaba. Prefirió no recorrerse por miedo a hacer ruido.
– Voy a revisar aquí – rió una voz grave y todo se puso en cámara lenta para el gatito. Las piernas flexionándose, el rifle bajando hasta su altura sin apuntarle y una mano abriéndose paso para levantar la cama.
– CHINGA! LA TIRA! – gritó alguien y Kibou suprimió su suspiro de alivio cuando aquel adulto asesino se puso rápidamente en pie y corrió fuera del cuarto junto con los demás.
El tiempo volvió a la normalidad para Kibou pero se mantuvo atrincherado bajo la cama por horas. La policía entró y recogió los cadáveres de su tía y sus primos. Kibou no hizo ni un solo ruido aún en ese momento. No quería ser visto, deseaba haber estado fuera de la cama no haber quedado sólo en el mundo. Sabía bien que sus padres estaban muertos, sabía bien que no tenía ya a nadie más e incluso que si salía y era visto sería llevado a una casa hogar… y no deseaba eso. Prefería morir y reunirse con su familia. Pero tomar su vida era algo imposible si quería verlos de nuevo… simplemente dejaría que la naturaleza lo hiciera.
La mañana llegó con la lluvia mientras que Kibou finalmente decidió salir de debajo de la cama. Caminó lentamente por el pasillo viendo las marcas de sangre y los cuerpos dibujados con tiza. Lloró de nuevo ante aquello y salió así como estaba a la calle. Se alejó adentrándose a una de las zonas derruidas de la ciudad donde sabía que podría dejarse morir en paz. Cuando llegó a un sitio no tan desagradable se tiró al suelo mirando hacia arriba y suspiro deseando que ese fuera su último aliento mientras que cerraba los ojos y se sumía en un letargo causado por el estrés emocional al que había sido sometido.

--- o ---

Cuando abrió los ojos de nuevo sintió el duro tacto de un cobertor sucio y pudo ver un montón de rostros mugrosos mirándolo.
– ¿Está bien? – preguntó alguien.
– Parece que sí – afirmó otra persona, otra voz infantil.
– Tienes suerte niño… ¿Cómo te llamas?
Kibou hizo caso omiso a la pregunta y desvió la mirada hacia una pared donde había varias marcas de orines. No quería hablar con nadie. No sabía quién lo había rescatado pero no deseaba eso.
– Oye, oye, así no es como le agradeces a los que te salvaron la vida.
– No quería eso… – murmuró Kibou mientras se arremolinaba en el cobertor aguantando la respiración.
– ¡¿Qué te pasa eh?! – rugió alguien – ¡Nadie tiene derecho a decir esa clase de cosas!
– Yo sí… – reclamó Kibou sin salir del cobertor – debieron dejarme ahí…
– De eso nada, seremos mendigos pero dejar que alguien se muera sin intentar salvarlo no está en nuestra mente – dijo alguien más mirando fijamente a Kibou y forzándolo a salir dándole la vuelta al tirar del cobertor.
– ¿Cómo te llamas? – preguntó alguien más – yo soy Miguel.
– No tengo nombre – reprochó Kibou.
– Oye tampoco te pongas así – argumentó Miguel – Me recuerdas a uno de mis hermanitos…
– ¿De qué hablas? – medio bufó Kibou.
– Cuando lo llevaron a la guarida, donde vivo, por mucho rato quiso dejarse morir – aclaró Miguel – Pero luego de eso, entendió que la vida es para ser vivida y que no debía darse por vencido.
– Suena como a un niño tonto.
– Eddy no era un tonto.
– ¿Era? – sonrió Kibou – ¿Entonces ya se murió?
– No – negó Miguel mientras que otros dos se acercaban a él. Fue un castor alto quien respondió.
– A Eddy se lo llevaron por un monje, dijo que era especial y que no podía quedarse…
– Y que eres…?
– Lo siento, mi nombre es Gabriel – dijo el castor – y este zorrillito de aquí es Sebastian.
– Mucho gusto – sonrió Sebastian – Mira, sé que ahora no quieres hacer nada, no sé qué te haya pasado pero ahora estás a salvo ¿Entendido?
– Como si eso marcara una diferencia…

Debo admitir, que me tomó MUCHOS meses adaptarme al hecho de que ahora era huérfano y vivía en las calles. Pero Miguel, Gabriel y Sebastian nunca me dejaron solo. Aquel grupo se volvió mi nueva familia. Gabriel me dijo que ellos tres no eran exactamente de ese grupo, pero que su padre y dueño los mandaba a cuidar de ellos. No obstante, pasaban medio día ahí y medio día en “la guarida”. Pero  no podían llevarnos con ellos pues el lugar ya estaba algo saturado y no podrían alimentar a todos por igual. El líder del grupo donde yo estaba se llamaba Jorge. Un alto lince muy fuerte que nos cuidaba a diario. Decía que uno de sus hermanos al que le llamaban Pops era el que cuidaba a los niños de “la guarida”. Al principio dudaba de esa fraternidad, pero luego de varios meses, comencé a aceptar mi nueva realidad. No era más que otro chico de las calles. Robar, y hurgar en la basura para sobrevivir era lo de todos los días. De vez en cuando Miguel, Sebastian o Gabriel se iba con algún extraño y regresaban con mucho dinero. Ahora sé lo que hacían. Entregar sus cuerpos para ser tomados por un extraño y conseguir dinero para mantenernos a todos con vida.
Por unos años, la vida transcurrió de nuevo para mí y finalmente decidí que lo mejor sería ayudar en lo posible. No obstante, el deseo nuevamente llego tarde a mí cuando un par de adultos llegaron cargando consigo unos rifles que yo recordaba. Cuando uno de ellos habló recordé claramente su voz.

– A ver… a todos ustedes se los cargó ya el diablo cabrones… – dijo aquel adulto con una voz que Kibou recordaba de su pasado. Una voz que le aterró hasta los huesos dejándolo paralizado del miedo – De ahora en adelante no son libres, ¿entendido? Y mi jefe los va a vender para que se los cojan a todos.
– A ver… ¡con nosotros no se metan! – rugió Gabriel plantándose frente a los aterrados niños que miraban al frente.
– ¡Puta tenías que ser si a ti te he visto dando el culo a otros! – rió el portador de aquella terrible voz que hacía a kibou casi orinarse en sus rotos pantalones.
– ¡Pues sí! Pero para ayudar a mi familia… – gruñó Gabriel.
– A ver, te callas y vienes por las buenas o te pego un tiro.
Gabriel se rehusó y el tipo apretó el gatillo causando gritos entre los más pequeños cuando el cuerpo de Gabriel cayó con varios orificios en el pecho. Sebastian y Miguel de inmediato se pusieron a cubrir a los niños mientras el bastardo asesino se acercaba más a ellos. Varios infantes escaparon pero otros fueron atrapados por otros bandidos que salieron de la nada. Jorge rescató a varios y se los llevó lejos pero cuando los ojos dorados del lobo que había asesinado a sus primos y tía se posaron en Kibou, el lince prefirió ponerse en el camino para detenerlo. El tiro entró limpiamente en su cráneo mientras que Kibou veía como a Miguel y Sebastian los baleaban también.
– ¿Tú eres uno de esos que sueñan con ser esclavos verdad? – sonrió el lobo mirando a Kibou – ¡TE HABLE!
El gruñido sacó al gatito de su trance y este negó con la cabeza dándose la vuelta y corriendo lo más rápido que sus flacas piernas de quinceañero le permitían.
– Sabía qué harías eso, y como yo adoro matar niños… – sonrió el lobo apuntando a Kibou y disparando una sola bala que le atravesó limpiamente el cráneo.
El lobo miró alrededor y ya sólo quedaban su compañero y él. Los demás ya habían llevado a las presas con su jefe. Sonrió y se acercó a los cadáveres mirando a los adolescentes y al adulto antes de ir a donde estaba el niño.
– Que pérdida de tiempo… este se nota que era buen material… - le pateó las costillas rompiéndolas.
– AGH!
– ¡¿Qué rayos?! – gruñó el lobo al oír a su compañero gruñir de dolor seguido de un crujido – ¡José!
– Matar por matar… – murmuró en buen español un panda rojo vestido con una túnica graciosa a los ojos del lobo – no se perdona ni por nosotros…
– Pues no sé quien seas pero esto es lo que nos gusta – rió el lobo apuntando al panda y disparando rápidamente.
Las balas impactaron el cuerpo de su compañero eliminándolo. El panda había desaparecido de la nada y corría por los lados de la casona donde estaban, pegado a la pared, corriendo más bien sobre ella.
– ¡Imposible! – gruñó el lobo disparando contra el que supuso estaba vestido de monje, pero él esquivó cada bala hasta llegar a la altura del canino.
– Un error pensar que un arma de fuego te da la ventaja – dijo el monje golpeando fuertemente el pecho del lobo atravesando la ropa, el pelaje, la carne, los músculos y el hueso hasta golpear directamente su corazón haciéndolo estallar.
El lobo estaba muerto antes de tocar el suelo y el panda rojo miró al joven cadáver que se encontraba sobre un charco de agua derramando sangre y materia cerebral del hueco que atravesaba limpiamente su cráneo.
– Pequeño… – murmuró el monje y se acercó para cerrar los ojos del sorprendido rostro muerto. Pero al tocarlo, se percató de la energía que aún manaba del interior – ¡N-no puede ser! Su alma aun esta aferrada al cuerpo…
Sin mirar dos veces el pensamiento, el monje tomó un frasco que llevaba bajo la túnica y murmurando unas cuantas palabras. De la espalda del cadáver un hilo plateado salió y el panda puso el frasco atrapando ahí la esencia del gato mestizo que yacía a sus pies, su alma.
– Roku tenía razón, en este país hay mucha gente especial…– dijo el panda mirando el alma que intentaba huir del frasco – tranquilo pequeño, te regresaré… quizá no pueda mantenerte en tu cuerpo pero haré todo lo posible para que tengas uno nuevo.
El monje miró el cadáver del gatito, era alto en realidad para su aparente edad. Era una suerte que él hubiera pasado por ahí buscando gente que valiera la pena entrenar. Por desgracia, había visto a ese grupo de malhechores atacar ese lugar y para cuando llegó era demasiado tarde. El panda tomó el cadáver y lo alzó envolviéndolo en un cobertor que encontró.
– Con esto bastará, pronto estarás de vuelta pequeño.

--- o ---

Debo admitir que no tengo ningún recuerdo de cuando estuvo mi alma en ese frasco. De hecho, luego del disparo no recuerdo nada hasta que desperté y aún así mi memoria no estaba del todo completa, de hecho fue borrada… no sé por qué.

Por días, el monje trabajó en un cuerpo que pudiera serle de utilidad al nuevo ser que crearía. Se supone que crear homúnculos estaba prohibido. Pero lo que haría no era tal cosa. Intentaría infundir vida a un objeto inanimado y para esos momentos, tenía ya la idea casi completa junto con el cuerpo. Debido a que el disparo fue en el cerebro, los demás órganos se apagaron de golpe y por lo tanto, con un poco de magia aún podrían funcionar. No estaban dañados, así que puso lo indispensable, tracto digestivo, estómago, riñones, todo aquello que fuera de utilidad para el nuevo ser. Por su puesto, el corazón y los pulmones no le servirían en lo absoluto ya, pero aún así no quería dejarlo sin un futuro, así que también uso los genitales en el diseño. Cubriéndolos por una compuerta que el alma del niño podría controlar a voluntad. Todo estaba conectado mágicamente y sólo faltaba el motor para hacer vivir a ese cuerpo de escorpión hecho de madera protegida mágicamente contra los elementos. El rostro arácnido miraba con ojos vacíos a su creador mientras que la ferviente alma aún luchaba por liberarse.
– Tranquilo pequeño pronto estarás ahí… – suspiró el monje tomando el alma y colocándola en sus manos – ahora, vive de nuevo.
Con un potente empujón de manos, el monje metió el alma del gatito al cuerpo del escorpión y luego de una convulsión… nada ocurrió. El panda esperó por varios minutos y luego de un suspiro tocó la madera.
– Perdona… pensé que funcionaría…
Se dio la vuelta tomando lo que quedaba del cuerpo del gato y metiéndolo a una caja para sepultarlo como se debía. Salió del taller cargando la caja y luego de depositarla en un sepulcro improvisado, regresó al taller escuchando el rechinido de bisagras.
– ¿Huh? Pero… – se dijo a sí mismo el monje sorprendido y corrió al taller abriendo la puerta viendo como las patas de la marioneta se movían y los ojos comenzaban a brillar mientras se movían las persianas superiores como si estuviera frunciendo los ceños – ¡N-no puedo creerlo! ¡Sí funcionó!
El monje desconectó los cables que mantenía a la marioneta suspendida y la asentó en una cama hasta que los ojos se iluminaron finalmente con un tono verdoso, el mismo color que tenían los ojos del difunto gato.
– P-P-P… – la palabra se quedó ahí. El monje miró a su creación y sonrió.
– Tranquilo pequeño, todo está bien.
– P-P-Pa… – comenzó con un tono mecánico y monótono de voz espiritual la marioneta.
– ¿Pa? – inclinó la cabeza el monje.
– Pa… dre… – murmuró finalmente con su voz plana y gris.
– N-no, no yo…
– Padre…
El monje miró detenidamente a su creación, el cuerpo lo había fabricado él después de todo, así que quizá sí fuera un término adecuado para que se dirigiera a él la marioneta.
– Sí, soy yo – asintió el monje – Yo soy Mein. Monje Mein es como me dicen los que me conocen.
– Mon… je… – murmuró la marioneta.
– ¿Recuerdas tu nombre?
– Mi… ¿nombre? – preguntó la marioneta – ¿Qué es… un nombre?
Mein dio un respingo disimulado. Al parecer la memoria del gato se había perdido en la transferencia y estaba completamente en blanco. No obstante, el alma aún recordaba cómo hablar. Fuera de eso, estaba en un estado neonato.
– Un nombre es la palabra con la cual la gente te reconoce – dijo Mein mirando a la marioneta y acariciando su rostro aunque esta movió la cabeza intrigada pues no sentía nada.
– ¿Qué haces padre? – preguntó la marioneta.
– Una caricia… se supone que se siente bien – respondió Mein.
– ¿Qué es sentir? – preguntó de nuevo la marioneta y el corazón de Mein se rompió en pedazos ante aquello. Le había salvado la vida al cachorro, pero en el proceso se la había destruido.
– Mira, primero lo primero y eso es darte un nombre – suspiró Mein mirando a su creación – ¿Qué te parece un nombre europeo?
– ¿Qué es europeo? – preguntó la marioneta una vez más.
– Te explicaré todo después – suspiró de nuevo el panda rojo mirando a la marioneta. Scorp sería muy amenazante y obvio como nombre. Pero tampoco sabía el nombre del gato así que no podía dárselo. Debía ser algo que indicara su naturaleza, algo que indicara lo que era ahora y en lo que se había convertido. O quizá, un nombre que representara su situación…
– ¿Nombre primero? – preguntó la marioneta y Mein asintió.
– ¿Cuál sería un buen nombre? – se preguntó Mein mientras caminaba de un lado a otro mirando su creación, su hijo, quien lo seguía con la mirada moviendo la cabeza sobre los goznes del cuello mientras no apartaba la luz de sus ojos de su padre. De pronto, la marioneta volteó hacia la ventana y miró la enorme luna llena. En un acto sorprendente para el monje, la criatura el sonrió y finalmente, una palabra se formó en los labios del monje – Pierrot…
– Disculpa… padre ha hablado – soltó de repente la marioneta – Perdón, me entretuve con la su voz.
– Supuse que así fue – asintió Mein – ¿escuchaste a la luna, eh?
– Se hizo llamar Selene – dijo la marioneta formando una sonrisa – me gusta ese nombre. Es bonito.
– Y el nombre que te daré también lo es… y de hecho, los antiguos actores usaban ese nombre para describir a un ser amigo de la luna – sonrió Mein – de ahora en adelante tu nombre será Pierrot… mmmm debería darte un segundo nombre, un apellido.
– ¿Apellido? – pregunto Pierrot mirando a Mein.
– Es lo que te vincula con tu padre y madre… aunque en este caso solo estoy yo y no creo que sea bueno que lleves el mío.
– Pierrot Mein suena bien.
– No, no – sonrió Mein – Ese es mi nombre, no mi apellido. Debemos pensar en uno que vaya acorde a tu nombre.
– Entonces le preguntare a Selene – dijo Pierrot volteando a la ventana una vez más – Padre dice que necesito un apellido… – el silencio se coló por unos instantes – Sí, dice que es algo para que vaya con mi nombre, algo que vincula con el padre.
– ¿Q-que haces Pierrot? – preguntó sorprendido Mein.
– Padre, Selene está hablando y dice que es de mala educación que se le interrumpa… – dijo Pierrot mirando a Mein y luego inclinó la cabeza – ¿Qué es mala educación?
– E-escuchala hijo, escucha lo que ella diga – sonrió mein – Yo guardaré respetuoso silencio.
Pierrot asintió por instinto y volteó la mirada a la luna viéndola y siendo iluminado su cuerpo desnudo por esta. Unos instantes después, otra sonrisa involuntaria se formó en el rostro arácnido.
– Drossel – murmuró Pierrot – Selene dice que es lindo e iría perfecto con mi nombre.
– Ella tiene razón – consintió Mein mirando a Pierrot quien no apartaba la mirada del enorme orbe brillante del cielo – Pierrot, dime qué te gustaría hacer o saber ahora.
– No sé – se encogió de hombros el escorpión de madera – dijiste que me explicarías muchas de las cosas que dijiste y no sabía.
Mein sonrió mirando a su creación y tomó la única silla de su taller para explicarle todo lo necesario a Pierrot. Lo que para su sorpresa no llevó tanto tiempo como pensaba. Sí eran muchos conceptos para explicarle y cada nueva explicación ameritaba otras cinco o seis. No obstante, Pierrot aprendía con gran rapidez y facilidad acostumbrándose a usar las palabras nuevas y conceptos que al principio le parecían extraños.
Meses de rápida educación después, Pierrot había recuperado el conglomerado de información que habría tenido antes de ser asesinado cuando era un gato. Ahora, aunque no recordaba ni una sola cosa de su vida pasada, fácilmente se desenvolvía como un ser natural. Y el hecho de que su coraza de madera estuviera tan bien construida y detallada, ayudaba a que fuera difícil pensar que en realidad era una marioneta y no un escorpión real. No obstante, aún debía aprender muchas cosas y Mein se encargaría de eso.

--- o ---

– Escucha Pierrot, en este mundo hay gente buena y gente mala – dijo el monje mirando seriamente a la marioneta.
– Lo sé padre, me lo has recalcado siempre – afirmó Pierrot con su monótona voz gris. Falta de emociones y sentimientos. Algo que ya preocupaba demasiado a Mein. Él suponía que conforme Pierrot fuera aprendiendo más lograría entender de nuevo los sentimientos pero cada noche, el escorpión se la pasaba hablando con Selene y preguntando sobre ellos una y otra vez sin ser capaz de entender.
– Bien, debes saber que la gente mala, debe ser castigada – continuó Mein – No obstante hay que considerar que hay gente que hace cosas “malas” que en realidad no son malas.
– No entiendo – negó Pierrot – si hacen cosas malas… pero no son malos… ¿entonces qué son?
– Tú serás uno de ellos – sonrió Mein – Para algunos harás cosas que parecerán malas, pero para otros serán un gran alivio. Aquellos que oprimen a las personas, aquellos que las esclavizan, aquellos que trafican con gente y sustancias que las dañan… todos ellos merecen un castigo. Aquellos que matan sin una razón también.
– Pero has dicho que matar es malo – dijo Pierrot – Matar es malo… pero no es malo morir.
– Así es Pierrot, recuerda que te dije que tu ya has muerto una vez – admitió Mein – y que te ayudé a revivir.
– No entiendo eso aún – negó Pierrot – vivir, morir… se supone que no se puede vivir luego de morir.
– Tu caso es especial, pero no entraré en esos detalles hijo – sonrió Mein – Por ahora debes saber que esas personas que hacen mal al mundo SÍ deben morir y que para eso hay un grupo de chicos que protegen a la gente inocente. Y quiero que tú seas parte de ellos.
– Entiendo padre – dijo Pierrot y nuevamente una sonrisa vacía que hacía más por instinto que por emoción se formó en su rostro de madera – Haré lo que te haga sentir bien.
– En esos casos la forma correcta es “Haré lo que te haga feliz” – respondió Mein.
– Feliz… – inclinó la cabeza Pierrot – Felicidad… - la cabeza de Pierrot se sacudió como con una convulsión – R-recuerdo algún día haber sentido algo… se sentía agradable, se sentía bien… ¿es eso la felicidad? ¿Es eso ser feliz?
– Sí Pierrot – sonrió Mein notando que Pierrot recordaba ahora aunque fuera levemente – eso es la felicidad, un sentimiento agradable y cálido aquí – tocó el pecho de la marioneta desnuda.
– No siento nada padre – dijo Pierrot y Mein suspiró.
– Supongo que no – dijo Mein y luego se separó de Pierrot – Tenemos que empezar tu entrenamiento para que puedas salvar a las personas inocentes.
– Sí padre – asintió la marioneta mirando a su creador.

El primer paso fue intentar mover todo el cuerpo puesto que en todo el tiempo que llevaba “vivo” Pierrot sólo se mantenía sentado moviendo esporádicamente brazos, piernas y el cuerpo, no haciéndolo de una manera fluida y natural. Mein le enseñó desde lo más básico hasta lo más complicado. Desde mover una pierna frente la otra hasta saltar sin caerse de bruces. Pierrot aprendía rápido, aunque según el monje, era el alma del gatito haciendo todo el trabajo de aprendizaje nuevamente y recordando con facilidad. Eventualmente, luego de varias semanas, Pierrot estaba listo y se movía con gran facilidad. No obstante aun faltaba algo para que aprendiera, y eso estaba relacionado con las pinzas que tenía dobladas sobre los antebrazos. Estaban ahí por una razón y es que en realidad, Mein no había hecho un cuerpo simplemente diseñado para revivir al gatito, sino que también estaba lleno con lo que le ayudaría en su labor a futuro. Las pinzas en las manos, unas poderosas mandíbulas y varias armas incorporadas a los apéndices posteriores, así como un potente veneno que podría inyectar desde la punta del aguijón tal cual un escorpión haría en realidad.
– Has hecho bien tu labor Pierrot, pero ahora, quiero que notes que tu cuerpo no sólo tiene un par de brazos y un par de piernas sino que tienes otras cuatro patas en la espalda.
– Es algo que he notado en este tiempo padre – asintió Pierrot dando a entender que ya había examinado su cuerpo – No obstante, he llegado a la conclusión de que yo he de ser una criatura artificial… puesto que a pesar de que mi cuerpo es de madera, ciertas de mis piezas son… de otro material.
– Eso… tiene que ver con lo que te dije de que tú ya antes habías muerto – dijo Mein – lo que pude salvar de ese cuerpo lo usé para darte el nuevo que tienes ahora.
– Entiendo – asintió Pierrot mirando su cuerpo – entonces ¿Cómo he de aprender a usar todas esas otras partes. ¿Acaso esta tiene alguna función de ataque especial? – preguntó la marioneta doblándose un poco apuntando a las persianas en su entrepierna que generaban una cloaca donde sus genitales estaban guardados.
– N-no… e-eso es… para otra cosa – dijo Mein sonrojado un poco mirando a la marioneta. Era cierto que en todo ese tiempo no había bebido ni ingerido alimento alguno, quizá debiera de inculcarle en los hábitos alimenticios para que pase algo desapercibido – eso es uno de los dos ductos para que elimines desechos cuando te alimentes.
– Pero no he sentido “hambre”, padre. Tampoco he sentido “sed” – respondió Pierrot haciendo énfasis en los términos.
– Ya los sentirás – sonrió Mein – es una sensación que cuando recuerdes estará presente en ti.
– Entendido padre – asintió Pierrot mirando al panda rojo esperando la siguiente fase de su preparación.
Mein inmediatamente empezó a darle un cierto número de órdenes a Pierrot para que moviera cuidadosamente la cola, las patas traseras y desdoblara las pinzas. Cada vez que intentaba debía concentrarse mucho pero eventualmente, con los días, Pierrot logró mover su cuerpo en su totalidad. La marioneta había logrado en poco tiempo lo que Mein supuso le llevaría semanas. No obstante aún había armas ocultas en todo su cuerpo. Desde cuchillas hasta armas de fuego, pero esas eran las de menos. Con el transcurso de los años, Pierrot fue mejorando constantemente y a seis años de su reconstrucción, ya era un hábil y entrenado asesino que esquivaba las máquinas de entrenamiento cual escorpión real. Brincando a un lado, esquivando y usando las pinzas como defensa, la cola era una de sus armas más extraordinarias pues la podía mover más rápido de lo que ojo podía seguirla. Finalmente el pequeño estaba listo para lo que se le avecinara en su labor. Pero antes de poder ser entregado a un equipo para que pudiera trabajar como se debía, necesitaba tener una prueba final en el mundo real. No era lo mismo que entrenara con armas calibradas y blancos estáticos que no representaban un reto ya para él.


El entrenamiento fue arduo, extenuante y saturado lleno de ensayo y error para mí. Eventualmente aprendí que esas necesidades de “hambre” y “sed” que mi padre mencionaba llegaban a ser extenuantes cuando me encontraba cansado. Soy un alma dentro de una marioneta, no obstante también consumo energía y debo recuperarla. De alguna forma, mi padre logró que lo que ingiriera se volviera energía de un tipo específico que mi alma pudiera aprovechar.
Algo que he de aclarar es que con el entrenamiento de mi padre me volví un gran guerrero, y bajo la tutela de Selene me convertí en un ávido lector deseoso de aprender y saber más. Y por si se preguntan el motivo de que aún llamo a Mein “padre” es que, aunque no es mi padre biológico, sí es quien me devolvió a la vida, por decirlo de alguna manera. Como sea, el tiempo había pasado y tras seis años entrenando era hora finalmente de mi primera misión. Curioso como en ese tiempo era “gris” y ahora soy de nuevo yo. Y curioso que fuera esa primera misión la que me regresara mis recuerdos.

--- o ---

La primera misión consistía en dos partes esencialmente. La primera era rescatar a un grupo de niños de la calle pues las condiciones eran peor que las que comúnmente se ven en los indigentes. La segunda era atrapar a un asesino que estaba suelto en la ciudad y que se había visto rondando en el área circundante a donde los niños tenían su resguardo. Pierrot había sido asignado a esta misión sencilla como su examen final. Y dos monjes lo supervisarían desde las sombras. Uno era su propio padre Mein, el otro, un oso grizzli que le fue presentado como Roku. Para esos momentos, el joven vestía unos shorts y una camisa sin mangas negros que Mein había dicho ayudarían a mantenerlo cubierto en ciertas partes pues no era común para la gente ver a otros desnudos en plena calle.

La luna llena iluminaba el camino mientras Pierrot sonreía por instinto ante las palabras de Selene que inundaban su cabeza. Era agradable para él saber que ella prometió no dejarlo sólo en ningún momento mientras que haya un simple rayo de luz de luna en el lugar que se encontrara. La caminata había sido larga pero debido a la falta de músculos, el cansancio fue nulo. Pierrot arribó finalmente a una casa abandonada mirando a todas partes.
– ¿Segura que aquí es? – preguntó con su voz vacía la marioneta mientras una voz respondía a su alma directamente – Tienes razón, no debería dudar de mi padre.
Pierrot dio un paso dentro de la construcción en ruinas y escuchó el repiqueteo de un arma. Un escalofrío recorrió su ser entero con aquel sonido lo cual le dejó intrigado pues ya antes había escuchado las armas de fuego ser disparadas. El tenía un par de pistolas ocultas y activadas por un mecanismo en sus brazos. Pero ese sonido causó que algo se moviera en su interior. Selene insistió en que se calmara y le calmó con la frialdad de un rayo de luna sobre su carcasa de madera. Pierrot de nuevo sonrió por instinto sin saber realmente porqué lo hacía y se adentró buscando a los niños.
Lo primero que descubrió fueron varios cadáveres de infantes tendidos y sangrando en el suelo. Aquello hizo hervir algo dentro de él pero continuó caminando sobre los charcos de sangre sin saber realmente qué le estaba afectando tanto. Lentamente se fue acercando al traqueteo de un arma de fuego y luego de abrir una puerta de una patada se encontró con un alto perro mestizo disparando a diestra y siniestra a ningún objetivo, o al menos eso parecía a primera vista pues Pierrot alcanzó a sentir las almas de varios niños, algunas de las cuales de repente se extinguían.
– Basta… – ordenó Pierrot sin autoridad en la voz y el perro volteó a verlo.
– Pero qué… – gruñó y le apuntó al rostro – ¿Y ahora un muñeco que viene a arruinar la diversión?
– No soy un muñeco… mi nombre es Pierrot – argumentó la marioneta avanzando hacia el perro.
– ¡Lo que sea! – ladró el perro disparando contra Pierrot, pero él esquivó rápidamente la avalancha de balas sorprendiendo a su atacante quien retrocedió un paso algo asustado.
Pierrot corrió contra el perro pero este esquivó rápidamente no sin evitar golpearse con la cola del escorpión de madera que le hizo un roce con el aguijón metálico en el brazo.
– Gh… ¡maldita sea! – rugió el perro viendo como de la punta del aguijón chorreaba un líquido rojizo que contrastaba perfectamente con las líneas que decoraban el cuerpo azul del escorpión – ¿V-veneno?
– Así es – asintió Pierrot y de pronto uno de los cachorros refugiados pensó que sería buena idea correr lejos de ahí aprovechando la distracción. El problema era que el perro no estaba del todo distraído y los gritos de los otros niños pidiéndole que no saliera de cubierto lo alertaron.
– ¡Ah! ¡Presa fácil! – sonrió el perro y apuntando rápidamente disparo una bala que atravesó limpiamente el cráneo del niño.
Pierrot lo vio caer al suelo sangrando y las luces de sus ojos se volvieron diminutos puntos. Un instante después se apretó la cabeza con fuerza mientras gritaba y caía de rodillas.

– Creí que dijiste que era a prueba de problemas e insensible – dijo Roku mirando a la marioneta derrumbarse emocionalmente.
– N-no lo entiendo, Pierrot ha olvidado todo lo que son los sentimientos y emociones… – dijo Mein preocupado desde las sombras dispuesto a ayudar a su hijo al ver como sus patas traseras se abrían y cerraban dejando salir las cuchillas ocultas en ellas.
– ¿Entonces qué es lo que le ocurre?
– Yo… – comenzó Mein y finalmente lo recordó. Así es como el cachorro había muerto. Eso debió de disparar un recuerdo que de seguro le estaría quemando el alma – Así es como Pierrot murió…
– Entonces esto va para mal…
– Espera… – urgió Mein viendo como Pierrot gritaba ahora con una voz llena de sentimientos.


– ¡GYAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
– ¿Qué? – rió el perro – ¿Hasta ahí llegó tu cubierta de ser insensible?
– ¡AHHH! – los gritos de Pierrot eran desgarradores mientras que apretaba su cabeza tan fuerte que pudo jurar que se cuarteaba – ¡¿Q-qué?! ¿Selene? ¿Usarlo?
– ¡¿Ya te volviste loco?! – se burló el perro y Pierrot volteó a verlo con un rostro que, aunque hecho de madera articulada, mostraba ira.
– Debería cortarte en pedazos… dice Selene… – gruñó Pierrot mientras se ponía en pie y sus patas traseras dejaban al descubierto las cuchillas que ocultaban – ¿Y sabes? Yo concuerdo con ella…
– ¿Selene? – preguntó el perro pero Pierrot se abalanzó contra él agitando los brazos hábilmente como recordaba haber aprendido aunque no sabía por qué tenía esos recuerdos.
Los gritos y aullidos lastimeros del perro se escucharon mientras que Pierrot atacaba fría y brutalmente al macho cortándole las manos de un tajo y prensándolo con las pinzas de sus antebrazos. Las pequeñas compuertas de sus brazos se abrieron y de ellas salieron dos cañones 9 mm que comenzaron a disparar a escasos centímetros del cuerpo del perro mientras que las patas se separaban y se preparaban para una letal estocada. Unos instantes después, Pierrot atravesó los hombros del hombre y sus costados en diagonal cruzando las cuchillas justo en su corazón y acabando con su vida. Sacó las filosas hojas metálicas de su cadáver y lo dejó caer a un lado y lanzó otro grito mientras que Mein y Roku se acercaban a él.
– Pierrot ya terminó todo…
– Pierrot no es mi nombre… – masculló la marioneta – Mi nombre es Kibou… ¿Por qué me veo así? – preguntó mientras miraba sus manos y examinaba su cuerpo – No soy un gato ya…
– Tranquilo hijo…
– TU NO ERES MI… – gritó la marioneta volteándose de golpe y apuntando las cuchillas a Roku y Mein, el oso se preparó para pelear pero Mein no hizo nada.
El silencio se posó entre los tres mientras la luna los iluminaba y la marioneta de escorpión asentía disimuladamente.
– Entiendo… – suspiró – Selene dice que tú me salvaste la vida. Y de hecho recuerdo haber pasado años contigo… hablando, entrenando, aprendiendo… Mein… mi padre.
Pierrot bajó las patas y Roku quedó sorprendido por la reacción.
– ¡¿Q-qué fue eso?! – exclamó el oso – ¡¿Selene?! ¡¿Te refieres a la luna?!
– Sí, Pierrot tiene la maravillosa habilidad de oír a la luna – admitió Mein sonriendo y luego se dirigió a la marioneta – Es cierto, tu moriste una vez y yo puse tu alma ene se cuerpo.
– No me preguntaste si quería vivir… yo deseaba ver a mis padres de nuevo en el otro mundo – empezó a mascullar Pierrot y para sorpresa de Roku y Mein, de sus ojos comenzaron a manar lágrimas, algo que Mein no había integrado al diseño de Pierrot.
– Tu alma se aferraba a tu cuerpo, a este mundo y no quería partir – admitió Mein – cuando te rescaté, por así decirlo, no tenías intensión de marcharte y por eso decidí darte ese cuerpo nuevo.
– ¿Es eso cierto? – preguntó a nadie en especial Pierrot y luego de un momento la respuesta llegó a su mente incluida la explicación que durante el tiempo que estuvo en el frasco Selene estuvo cuidándole durante las noches cuando podía brillar sin ser opacada por su hermano Helios – Entonces lo que dice Selene… bien… – suspiró – tal vez yo quería en vida irme… pero mi alma no lo desea así – se mantuvo callado y luego sonrió, ahora sabiendo realmente porqué lo hacía – Tienes razón. Quizá debo estar aquí para hacer lo que he hecho hoy.
– ¡¿E-está hablando realmente con ella?! – exclamó Roku sorprendido.
– Así es. Desde que revivió en ese cuerpo me ha sorprendido – asintió Mein.
– Entonces supongo que eres alguien especial – sonrió Roku – me parece que eres digno de estar en el grupo de mi propio alumno.
– ¿S-su alumno? – preguntó Pierrot y se volteó a Mein – ¿D-de qué habla, padre?
– Bueno, esta prueba era para saber si podrías ser parte de otro grupo de asesinos que protegen el orden y la paz en esta ciudad y otros lugares – admitió Mein – Aunque más que asesinos son mercenarios.
– ¿Cazadores de recompensas? – preguntó emocionado Pierrot – ¿Como en las películas?
– ¿C-cuántos años tiene? – preguntó sorprendido Roku.
– Literalmente hablando, tiene seis años.
– ¡Mentira! ¡Tengo quince años! – reclamó Pierrot.
– Hijo, tenías quince años cuando moriste – dijo Mein – Llevas seis años con ese cuerpo. Casi siete.
Pierrot miró a Mein y luego a Roku. Bajó la mirada y luego la alzó sonriendo.
– Supongo que seré un niño eternamente ¿eh? – rió potentemente como no había hecho en años el pequeño – ¡Quién lo diría! Quince años y yo un mercenario… suena bien… ¡Kibou el mercenario! – se detuvo de nuevo y sonrió tontamente – Tienes razón Selene, ese ya no es mi nombre… de ahora en adelante mi nombre es Pierrot Drossel.
– Vaya… increíble – dijo Roku con asombro – Bueno, dejemos que un par de misiones transcurran y lo incluiré con Eddy y con Félix.
– ¿Eddy? – preguntó Pierrot – he escuchado ese nombre antes…


Roku me explicó la situación completa. Me dijo quién y de donde habían venido Eddy y Félix. Sorprendido respondí que yo ya sabía quién era Eddy. Los que considerara mis hermanos cuando estuve vivo como gato me habían hablado mucho de él. Obviamente estaría más que honrado de ser parte de su grupo. Unas semanas después, conocí al mapache y al tigre en una casona llena de chicos desnudos que mantenían relaciones sexuales entre ellos. Para mi sorpresa, agradecí tener algo de ropa puesta pues las placas que cubrían mi entrepierna habían dado paso a una prominente erección que tuve que ocultar con las manos. En especial luego de ver a Félix quien, he de admitir es bastante atractivo. Pero no debo pensar en eso. Ahora saben quién soy yo… mi nombre fue Kibou Kin. Pero ahora son Pierrot Drossel; uno de los tres miembros del equipo estrella de la ONU como asesinos del orden y también uno de los integrantes del mejor trió de agentes de una organización llamada S.W.O.R.D. que trabaja cuidando el planeta de agentes externos hostiles. Este es quien yo soy; soy una marioneta de escorpión azul con decorados rojos, pero también soy un alma viva que pertenecía al cuerpo de un lindo gatito mestizo. Mi nombre, como antes dije, es Pierrot Drossel y quienes me quieren conocer, bueno, no todos tienen el gusto… pero aquellos que no quieren saber de mí… tienen la desgracia de que los buscaré sin descanso alguno.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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First in pool
Pierrot Drossel design
Bueno mis queridos hispano-hablantes, traigo para ustedes una nueva historia acerca de un nuevo personaje que cree literariamente hace mucho y que es parte de la línea de historia de Eddy. Pierrot es el tercer integrante del equipo estrella de asesinos conformado por Eddy, Félix y él. Los tres también trabajan para S.W.O.R.D

Pierrot ©
AngyNoodle
AngyNoodle

Keywords
male 1,122,299, cat 200,777, story 12,820, arachnid 1,771, scorpion 725, gato 318, macho 311, dracolicoi 273, historia 52, pierrot 27, drossel 7, escorpión 1, arácnido 1
Details
Type: Writing - Document
Published: 10 years, 11 months ago
Rating: Mature

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