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Cupressus
Cupressus' Gallery (34)

El secreto de Tora: 7:35

My Little Friends: Trolling is Magic
el_secreto_de_tora_-_7-35.txt
Keywords male/male 115014, tiger 36975, humans 3910, story progression 1867, story series 1759, spanish 1650
Para palabras extranjeras: Mirar referencia al pié del capítulo. ¡¡Feliz lectura!!
Siempre he querido conocer lugares nuevos que me permitieran adquirir mas experiencia y sobretodo, tener un concepto mucho mas amplio del mundo en el que vivo, saber cual es mi lugar. Sin embargo, conocer a aquel muchacho humano cambiaría mi vida completamente. La mía y la de los que me rodeaban.

Bryce cambió la pista del disco que estaba escuchando a la vez que ojeaba el cartel de al lado, contando las luces que había iluminadas. Eran ocho, y teniendo en cuenta que en la carta le escribieron que eran doce, aún le quedaría música para rato. Algo nervioso por la situación, agitó levemente el brazo derecho para hacer bajar el reloj que tenía, que se le había subido hasta la mitad del brazo, y observó la hora: 7:35.

Faltaban, pues, veinticinco minutos para llegar al instituto.Se recostó, pues, en la barra de al lado, y entrecerró los ojos observando su alrededor. En el vagón 5, de número de serie 33-5869, se encontraban especies de ambos lados de lo que mucha gente consideraba "Línea". Por un lado encontraba los seres antropomórficos, y por otro lado, seres humanos como él. La diferencia, sin embargo, era que los primeros ocupaban los altos cargos en una sociedad basada prácticamente en el tercer término de los servicios, mientras que su especie, la humana, prácticamente estaba condenada a puestos mas bajos, aunque tampoco miserables.

 Y entre ambos lados del vagón se encontraba él, un chico delgado, de un metro ochenta de estatura, moreno, con los ojos azules, y vestido con una chaqueta marrón de plástico y una camiseta blanca, en conjunto con unos pantalones azul muy claro que no hacían nada de juego con sus botas de color negro. Ante esa calamidad de colores, había que justificar que Bryce era daltonico, lo que excusaba el porqué de esa combinación.
Observó de reojo a una hiena antropomórfica, vestida con un pañuelo de terciopelo y unas gafas cuadradas de borde azul, y esta le devolvió la mirada de forma asesina, lo que hizo que Bryce enfocara rápidamente su vista hacia el cartel de enfrente que ponía "No Fumar".Realmente vivir en esa situación era escalofriante, y era obvio que nadie se atreviera a sublevarse ante todo aquello. No vivían tan mal después de todo, pero también era cierto que solo eran sus piezas de ajedrez que esperaban el siguiente movimiento para ser destituidas.

"Me pregunto quien será mi amo." meditó Bryce, sin nada mejor que hacer mientras escuchaba 'Laika' de Mecano. "Obviamente un antro, eso seguro pero... ¿Será inflexivo? ¿Malvado? ¿Duro? ¿Simple? Sea como sea, estoy obligado a servirle, así que..."

 Y es que esa era su obligación como Dorei Gakusei por desgracia. Había nacido, por así decirlo, para servir, y cuando tuviera mas edad, pasaría de servir a estudiantes a servir a profesores, seguramente. A decir verdad, tenía muchísima suerte, mas que el resto de Doreis que había en el mundo. Muy pocos al nacer eran seleccionados para seguir la línea Ky?iku dentro de ese estilo de vida y por lo tanto, tampoco se podía quejar, aunque si bien era cierto que los estudiantes que había tenido que soportar no habían sido muy gentiles con él.
Por lo tanto, era la tercera vez que le enviaban a otro país para servir a otro estudiante. No entendía nunca la razón por la cual le iban cambiando cada meses años, pero por lo visto, era normativa dentro del consejo mundial de los Dorei que cada cierto tiempo cambiaran de aires, seguramente para que no se acostumbraran a un tipo determinado y mas tarde eso dificultase su traslado si la situación lo requería. A él le iba bien, por eso. Era otra de las ventajas de seguir en la línea Ky?iku: Que podía ver mundo.

 Y ese país era el tercero que visitaba.
En cuanto el metro se detuvo a la estación que hacía doce, se levantó y recogió su maleta en una mano, esperando a que la gente y antros salieran de aquel lugar que había comenzado a caldearse por la falta de aire acondicionado. Mas tarde salió él, recibiendo la bofetada de aire fresco en toda la cara que le hizo taparse instintivamente el cuello para no constiparse. Las anginas las pasaría una vez, pero no dos.

No tardó demasiado en salir de la estación y darse cuenta que estaba mas perdido que una vaca haciendo submarinismo (Nunca mejor dicho en aquel lugar. ) por lo que se detuvo un momento y poniéndose la maleta entre las piernas, se sacó del bolsillo de la chaqueta la carta donde había recibido el informe de traslado y los documentos necesarios, y observó el mapa con detenimiento. No estaba demasiado lejos, a tan solo tres calles de allí, por lo que había tenido bastante suerte a decir verdad, bien podrían haberle enviado a la otra punta de la ciudad si la situación lo convenía.

 "Bien..." se dijo a si mismo mientras guardaba los papeles y cogía la maleta. "En marcha."
La Ciudad era completamente diferente al último lugar donde vivió. Mientras que aquel lugar era un conjunto entero de casillas de caña situadas por encima de un lago y mas húmedo que un vaso de agua, aquello era simplemente la metrópolis del siglo XXI: Edificios enormes, rascacielos, gente y antros de todo tipo, coches por todos lados, tiendas de ropa, de discos, bares... Era como encontrarse en un auténtico centro comercial, como lo experimentó en su primer servicio, donde pudo ver algo similar. Era esa la razón por la cual no se sorprendía demasiado, aunque lo había echado de menos, sin duda.

No tardó nada en llegar al lugar donde a partir de ahora sería su hogar y su lugar de trabajo, por lo que miró atentamente el lugar para acordarse de cada uno de los elementos a los cuales tendría que tener acceso si los necesitaba. Era un hotel cuya entrada se componía de una plaza inmensa rodeada por los bordes por incontables palmeras. Al fondo, unas escaleras tapadas por una túnica blanca daban acceso a una puerta de cristal por donde se entraba en el edificio. Era, por lo tanto, un hotel de cinco estrellas. "Debe de ser rico como mínimo para vivir durante un año aquí." pensó mientras avanzaba lentamente.

 La entrada principal también era blanca e inmensa. A un lado habían cientos de bancos, mientras que en el otro, había un mostrado con una cabra antropomórfica con cara de mala luna. Bryce se armó de valor al pensar que no tenía otro remedio que preguntarle a esa... ¿Cosa? Por la persona que estaba buscando: Tora. Bien podía ir directamente a su piso, pero siendo un hotel, quedaba mucho mejor preguntar inocentemente por su estancia.
Unos pasos se escucharon en la lejanía.

Bryce cogió la maleta que había depositado inconscientemente en el suelo de nuevo para observar el lugar, y comenzó a avanzar hacía el portero. Tenía que ser bastante ágil al hablar y sobretodo, prestar muchísima atención, mas que nada porque no quería causar mala impresión el primer día, pues se estaba jugando su puesto.

Se siguieron escuchando los pasos, cada vez mas cerca.

-¡¡Ah!!!

Bryce notó como perdía el equilibrio mientras algo impactaba por su lado derecho y se abalanzaba con su peso sobre él, tirándolo violentamente al suelo con el responsable del choque encima de él. A pesar de que había logrado amortiguar la caída con la mano derecha, notó un ligero escalofrío por el brazo de esta que recorrió toda la extremidad hasta su espalda. Observó de reojo su maleta, que se había ido rodando tres metros alejado de él, y una sombra enorme se proyectaba sobre el suelo. Con temor, giró rápidamente la cabeza para observar que era lo que había encima suyo y que había impactado contra él, dejándolo completamente helado.

 Encima suyo, a cuatro patas, había un tigre antropomórfico. Parecía que para no aplastarle, se había detenido a tiempo amortiguando gran parte de la caída sujetándose al suelo. Su mirada coincidió con la del ser, que se le quedó mirando unos instantes con aquellos ojos ámbar, de pupila rajada, y bastante maduros. Algo le decía que estaba perdido.
-Yo...

Antes de que pudiera decir algo, notó algo que no se esperaba de aquel antro: Una sonrisa. Una ligera mueca de lo que parecía comprensión se mostró en el morro de este, y rápidamente se irguió ante él a dos patas. Tirado desde el suelo, aquel tigre parecía un completo gigante que estaba a punto de devorarle, aunque la realidad era muy distinta, porque no perdía ni un momento esa ligera sonrisa. El felino descendió una garra hasta él para ayudarle a levantarse, aunque Bryce nunca la aceptó, si no que intentó levantarse por su propio pié.

-Lo siento mucho... No volverá a ocurrir. -se disculpaba mientras se levantaba.

-Bah, tranquilo, no pasa nada. Al fin y al cabo la culpa es mía.

 Giró sorprendido ante la declaración del tigre para verle mejor. Físicamente no era demasiado alto, cinco centímetros mas que él, sin duda, pero no mucho mas. vestía una camiseta negra empapada de sudor por la parte del pecho y unos pantalones cortos hechos para el deporte, junto con unas bambas blancas. Aparentaba ser uno de esos que se pasaba el día en el gimnasio por su increíble musculatura, aunque en realidad era típico sabiendo lo que era en realidad. El tigre le cedió la garra de nuevo para que se la estrechara, mientras asentía levemente con la cabeza.
-Como quieras. -dijo. -De todas formas, acepta mis disculpas.

Bryce dudó de la acción que iba a hacer, sin duda alguna. ¿Darle la mano? ¿Estaba loco? Pero aún así, no podía negarse a ello. Si no lo hacía, aparentaría ser un maleducado, y solo le faltaba dar esa idea a los presentes, incluido al tigre, después del lío que acababa de montar cayendo al suelo por culpa del antro, por lo que alzó levemente la mano para estrechar la garra del otro. Había algo que no comprendía que era, notaba la muñeca completamente ardiendo, hasta que cuando intentó hacer el apretón, notó un terrible dolor que le obligó a hacer una mueca de disgusto.

 De repente sintió un tirón en su brazo que le acercó irremediablemente al tigre. Giró rápidamente la cabeza para observar lo que estaba haciendo, y observó como depositaba su morro sobre su muñeca para olerla y luego la pegó un lametón. Bryce tragó saliva, haciendo un terrible esfuerzo para no aparentar sorpresa, y luego cogió aire con la intención de sacarse el bochorno que llevaba encima. Un Dorei con la muñeca fastidiada y lamida por un tigre. Aquello solo le podía ocurrir a él, ¡¡Maldita suerte la suya!!
-Te has hecho daño. Un mal movimiento, pero se te inflamará si no lo curamos a tiempo. -argumentó seriamente. Bryce se sorprendió entonces por ese tono masculino, adulto, que el animal tenía. El extraño le soltó levemente, y cogió los bordes de la chaqueta del chico. Pegó un tirón, sacándosela de encima, y con un ágil movimiento, la ató para formar un aro cerrado. Pasó la tela por encima del cuello del chico, y luego cogió levemente el brazo del muchacho para pasarlo por dentro del aro, dejándolo colgado. -Bien, así mejor. Ahora vayamos a mi habitación, hay que curarte eso.

 -¿Eh? -dijo el chico inconscientemente, y luego, reaccionó. -¡No, espera! ¡Nononono! ¡No, no puedo hacer eso! ¡Tengo que ir con mi amo, no puedo tardar mas!
-Si vas así, no durarás ni tres días.

La respuesta del tigre le dejó de piedra durante unos instantes en los cuales le dio la sensación que todo el mundo le miraba fijamente. Le entró el pánico al pensar que había conseguido hacer enfadar al antro, que ya solo sería lo último para acabar con su vida. Pero todos aquellos pensamientos se desvanecieron cuando el tigre le miró de reojo, manteniendo esa sonrisa. -Tranquilo, no se lo diré, ¿vale?

Y sin que Bryce pudiera decir nada, cogió la maleta y comenzó a andar en dirección hacia el ascensor. El chico se lo quedó observando, meditó un poco por unos instantes, y rápidamente corrió detrás de él para internarse en el habitáculo que componía el aparato. Se puso discretamente al lado del animal, y este apretó el botón seis, haciendo que las puertas se cerraran al instante y que el aparato se pusiera en marcha.

 Bryce no se sorprendió ni un momento de lo que medía el ascensor: 5 metros de alto y 8 de ancho. Era completamente de metal, y estaba preparado para soportar hasta 40 toneladas, características lógicas teniendo en cuenta la cantidad de seres que entraban ahí. De hecho, toda la estructura del hotel le había parecido inmensa.
-¿Cuantos años tienes? -le preguntó el tigre.

-Veinte. -dijo el chico, ya mas tranquilo. -¿Por?

-Vaya... Tienes mas o menos la misma edad que yo. -exclamó el animal. -Bueno, te contaré lo que vamos a hacer. Te llevaré a mi casa, te daré lo básico y te diré lo mínimo para que te cures, y luego irás a buscar a aquel que te contrató, ¿entendido?

-Si. -asintió el chaval, convencido. Parecía que aquello no iba a salir de ahí, o eso rezaba él. -Curarme e irme. Entendido. Muchísimas gracias. -comentó.

-No me tienes que dar las gracias. He tropezado contigo, lo mínimo que puedo hacer es ayudarte, no? -dijo, entre risas. Un pequeño bote en el ascensor hizo que el aparato cediera al instante y que las puertas se abrieran, mostrando una pared blanca. Dejó que el tigre saliera primero, y comenzó a seguirlo, fijándose en el entorno.

 Estaban en un pasillo enorme, ancho que continuaba a la izquierda y a la derecha, y el techo medía hasta prácticamente ocho metros. Las puertas, como no, tenían hasta cinco metros de altura, y las paredes estaban llenas de exquisitos detalles basados en el Modernismo, lo que le daba algo así como una sensación deprimente, que se veía incluso aumentada con la pobre luminosidad que ofrecían las luces.
-Créeme si te digo que no hemos visto a nadie que mida lo mismo que esa puerta. -dijo el tigre mientras iba hacia la derecha. -A veces pienso que esta ciudad se pasa de medidas.

-No creas. -comentó el chico mientras le seguía. -Donde estaba antes había algunos que medía tres metros. Era una auténtica pasada, y ayudaban a los que medían como tu y como yo para recoger pelotas de fútbol colgadas en las ramas de los arboles. -explicó mientras iba mirando como el número que tenían marcadas las puertas iba en aumento. Aquello le hizo recordar algo, pero en ese momento no sabía realmente bien que era.

-¿Tanto? -exclamó el animal entre risas de nuevo. -Pues vaya. Dile que se pase un día por aquí, se encontrará en el paraíso, te lo aseguro. -se detuvo delante de una puerta, y espero a que Bryce se percatara de que había dejado de avanzar, pero al ver que el chico seguía mirando las paredes y se pasaba de largo, le cogió del cuello de la camisa y le tiró hacia atrás. -¡¡Eeii!!! Que te pasas tres pueblos, chaval!!

 Bryce bajó de las nubes al oír la voz del tigre, y miró un momento el número de la puerta. En ese momento, le vino a la mente lo que antes no podía recordar, y con ello, una oleada entera de incontables argumentos que pusieron a prueba su moral, en descenso. Ese número era, en esos instantes, un auténtico criminal de su capacidad de asimilación e improvisación, y le dejó completamente atorado ante la revelación que acababa de recibir.
-Es... el...

-Es mi casa, si. -dijo el antro. Miró un momento al chaval y cuando vio la cara de espanto que ponía, empezó a reír de forma descarada, incapaz de aguantar mas la mentira, agitando la cola de un lado para otro mientras daba la sensación que movía incluso las orejas. -¡¡Que bueno!! ¡¡Tio, ojalá tuviera un espejo!!

Pero a Bryce no le hacía la mera gracia de lo que acababa de descubrir. La persona con la que se estaba dirigiendo hacía un momento era sin duda la que había llamado al Consejo para que le enviara a un Dorei que le ayudara en lo que quisiera. ¡¡Y se estaba riendo de él!! La reacción comenzó a ser tan fuerte en su mente, que comenzó a temblar ligeramente, y luego, se llevó la mano a la cabeza. Odiaba que se mofaran de él, era algo que no toleraba, pero no podía criticar a nadie ni tan siquiera decirlo, por lo que no tenía otro remedio que guardárselo para él mismo.

 Y empezó a llorar.
El tigre dejó de reír al instante al ver que la mirada del chico había desaparecido por un mar de lágrimas que corrían por su rostro. Estuvo largo rato mirándolo, intentando comprender lo que ocurría. ¿Es que no le había hecho gracia o qué? Si tan solo había sido una maldita broma, tampoco había ido tan lejos, ¿no?.

-Oye... -dijo el animal, levantándose un poco, y mirándolo. -Escucha, tan solo intentaba...

-¡¡Eso ha dolido!!

El antropomórfico se quedó de piedra al oír la potente voz de Bryce. Hasta ahora le había dado la sensación que era la del típico que nunca intentaría sobresalir, pero ahora se daba cuenta de que se había equivocado completamente. En la mirada del muchacho ahora se destilaba una gran ira.

-¡¡Estoy harto de que la gente se ria de mí!! ¡¡Harto!! ¡¡¿¿Me entiendes??!! ¡¡Hasta las narices!! -exclamó, gritando, importándole un pito lo que dijera el resto de la gente que vivía en las habitaciones. - ¡¡Puede que aparente ser débil!! ¡¡Y puede que esté condenado a llevar esta vida como si fuera un maldito bolígrafo que va de punta a punta!! ¡¡Pero odio que se rían de mi y que me manipulen, ¿¿lo pillas??!!

 -Si.
Bryce paró al instante y dejó de llorar de repente al oír la afirmación del animal, dándose cuenta de lo que acababa de hacer. Había gritado al que ahora representaba que era su superior, había cometido una sublevación, y eso se pagaba muy caro. Ahora si que la había pifiado hasta el fondo. Observó un momento al tigre, con ese pelaje que parecía ser tan suave, coloreada con esas lineas negras, en conjunto con esa musculatura. Daba un aspecto bastante terrorífico, pero en esos momentos, el animal le sonreía levemente, como arrepentido.

-Te tomas muy a pecho las cosas. Eso fue lo que me dijeron pero no me lo creía, por eso decidí gastarte esta broma, para comprobar tu nivel de paciencia, pero ya veo que a quienes has servido te han hecho mucho daño moralmente. -explicó. Su voz parecía calmada, suave, atractiva. -Disculpa.-luego puso una garra encima de su cabeza y le despeinó. -¿Sabes? Pareces un tío enrollado. Mi nombre es Tora... Aunque supongo que eso lo sabias, ¿no?

Al ver que el chico solamente se limitaba a asentir, se acercó a él y lo abrazó fuertemente hasta que ambos cuerpos se juntaron. Tora bajó la cabeza hasta el cuello de Bryce y lo olisqueó un poco, para luego aspirar profundamente, y suspiró entrecortadamente.

 -Me gusta como hueles. -comentó.
Se separó del chico y lo miró sonriente. Luego, se dio la vuelta, y sacó del bolsillo del pantalón una llave con la que abrió la puerta de la casa. Bryce se llevó la mano que tenía sana a su cuello, mientras intentaba meditar que carajo se refería con eso de que olía bien. Cuando el tigre le volvió a mirar para dejarle entrar en la casa, a Bryce le dio un vuelco al corazón. Por un momento, se sintió extraño con el tigre, como si... Como si supiera que algo emocionante estaba a punto de pasar, como si por un momento, se sintiera bien con él. Sonrió levemente, y con un asentamiento de cabeza, se introdujo en la habitación del hotel.


Entre la cocina y el comedor, sin embargo, había un hueco que avanzaba hasta un pasillo pequeño, con tres puertas: En la de la izquierda, Bryce podía distinguir una toalla y un mueble con un espejo, seguramente parte de un lavabo. A la derecha, otra puerta con el cartel de "NO PASAR” y al fondo, una habitación de dormitorio enorme, completamente echa un desastre, seguramente donde dormía el tigre.

Le quitó de repente la mochila al muchacho con su habilidad felina y le observó con aquellos ojos dorados. Lo cierto es que en cierta forma tenía una apariencia bastante atractiva, a decir verdad, y su pelaje dorado solo mostraba las rayas típicas de su raza, ni una sola suciedad. Se debía de limpiar cada dos horas, como mínimo.

Posó la zarpa en el pomo de la puerta cuyo cartel "Invitados” torcía a un lado, y la abrió, dejando que el muchacho delgado diera un par de pasos hacia adelante para ver el interior. No era muy grande: Apenas un armario enfrente suyo, al lado del cual había una cama. Un pequeño mueble con unos cuantos cajones y un espejo, y al fondo, una ventana.

-¡Ah, no, no! -el muchacho negó con la cabeza de inmediato, entrando en la habitación e intentando poner cara de sonrisa. -Se está muy bien aquí: Está limpio... Es abierto... es... ¿Se puede abrir este armario?

-Hay que curar eso. Ven. -soltó, seriamente. El muchacho apenas replicó, viéndose arrastrado literalmente por média casa hasta acabar en uno de los sillones, donde el tigre le obligó a sentarse y pasó por el lado suyo, meneando la cola de un lado a otro. El pantalón que llevaba en aquel momento el tigre era más bien de gimnasia, azul, oscuro, y muy ancho. No pasó desapercibido el olor a jabón, y torció levemente la cabeza y cuerpo para verle abriendo las cortinas y dejando entrar la luz del sol, momento en que pudo ver la estáncia en todo su esplendor... Y horror: La casa estaba peor de lo que pensaba: Ropa, pantalones... Todo por el suelo, e incluso en una percha que había por ahí. Le vió regresar de nuevo hasta el pasillo que había visto antes, y volver con una caja blanca con una enorme cruz roja en ella, abriéndola al momento que se sentó en el sillón de al lado, sonriendo suavemente.

-Bueno... Esto debería hacerlo yo...

-Pero bueno, háblame de tí. -le pidió amablemente. -Dime, ¿Como te hiciste Dorei?

 -¿De golpe? -se sorprendió.Miró al tigre un momento, el cual conservaba una expresión facial que denotaba sorpresa y tristeza al mismo tiempo. Era como si le hubieran contado que su propia madre estaba muerta hace meses y que él no lo sabía, como si el mundo se fuera al garete. De hecho, dejó de huntar la crema y se incorporó, guardándolo todo dentro de la caja.
La frialdad con la que le contestó le dejó completamente perplejo, pero un pinchazo en su cerebro le recordó que aquello era absolutamente normal. No podía esperar recibir tratos buenos de aquellos que le habían "comprado” como aquel que dice, a pesar de que durante unos segundos, en el fondo, se había hecho la ilusión.

-¿Eh? -el tigre recuperó el ánimo de golpe, y esbozó una suave sonrisa, desgraciadamente, no muy creíble para el chico. -No te preocupes. Es simplemente que me ha parecido muy triste... Que no recuerdes nada. Ni tu familia, ni tu infancia, ni... ¿No te sientes como solo?

¿Solo? El muchacho negó con la cabeza, encogiéndose luego de hombros para demostrar que le daba poca importancia. ¿Que ganaría con ello? Absolutamente nada, ya que aún con ello, su destino sería ese: Un dorei, alguien que tiene que servir a los antropomorfos, seres superiores. ¿En que momento la humanidad se perdió? ¿En que momento se convirtieron en esclavos de ellos? O se quedaron sometidos a la miséria en la mayoría de los casos.

-Bueno, dejémonos de tristezas y pasados. -le dijo. -Mi intención no es hacerte daño ni nada, así que puedes tutearme y hablarme con total confianza. Quiero que seamos amigos, y te ayudaré en la medida de lo que pueda con las faenas de casa. -confesó. -De hecho, puedo demostrarte ahora mis intenciones, pues al fin y al cabo... Con esa mano, dudo que puedas arreglar esta cocina y hacer la comida, ¿Cierto?

 
No terminó la frase.

-Yo cuidaré de tí. -fue un susurro mas suave que el mar, completamente compaginable con el silencio del hogar. -Así que no te fuerces... ¿Vale?

-Está bien...

-...

Se quedó callado unos segundos, asumiendo aquel detalle, y asintió con la cabeza.

>>>

Referencias en algunas palabras:

Antes de que me tiréis los trastos a la cabeza, os hago una referencia de las palabras que han salido en este capítulo. Como veréis, son todas japonesas.

Dorei: Esclavo, Chófer... En general mayordomo. Existen mas palabras japonesas que tienen una traducción mas directa con la palabra "Mayordomo", pero he decidido elegir esa.

Gakusei: Estudiante. Bryce es, pues, un mayordomo para estudiantes. A medida que transcurran las cosas iré revelando el resto de categorías.

Ky?iku: Educación. La linea Ky?iku es, por lo tanto, la linea de Educación. ¿Hay mas lineas? Ya las sabréis.

Tora: Significa Tigre.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Keywords
male/male 115,014, tiger 36,975, humans 3,910, story progression 1,867, story series 1,759, spanish 1,650
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Type: Writing - Document
Published: 11 years, 11 months ago
Rating: General

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